En Ecuador, el Ministerio de Salud Pública confirmó el primer caso positivo de COVID-19 el día 29 de febrero y se posicionó como el tercer país latinoamericano, después de Brasil y México, en registrar su primer caso positivo. Quito se declaró en emergencia sanitaria el 11 de marzo y entre las medidas adoptadas para contrarrestar los efectos de la pandemia encontramos un mayor control en el ingreso al país, prohibición de eventos con grandes aglomeraciones, suspensión de vuelos internacionales, cierre parcial de sus fronteras terrestres y marítimas, la declaración de estado de excepción y la aplicación de toque de queda.

En esta misma línea, el país andino también decidió que a partir del 13 de marzo las clases en todos sus niveles académicos estarían suspendidas en sus dos regímenes escolares. No obstante, esta situación estaría marcada por dos realidades muy diferentes. Por un lado, el régimen Costa – Galápagos estaría por iniciar el nuevo año escolar 2020-2021, en cuanto Sierra – Amazonía, a tan solo tres meses de terminar el año lectivo 2019-2020.

En un intento por no perjudicar la educación ecuatoriana, la ministra de educación, Monserrat Cramer, determinó que a partir del 4 de mayo la Sierra y Amazonía debían retomar su calendario escolar y terminarlo de forma no presencial el 30 de junio. Por otro lado, para la Costa y Galápagos se determinó que el inicio del nuevo ciclo 2020-2021 se daría a partir del 1o de junio y también debía desarrollarse de manera no presencial. En ambos casos, el retorno a las clases sería bajo el Plan Educativo “Aprendemos Juntos en Casa”.

Según estadísticas del Ministerio de Educación en Ecuador existen alrededor de 1.878.553 estudiantes en el régimen Sierra -Amazonía y alrededor de 2 millones en Costa – Galápagos.

En la actualidad, el ciclo escolar en Ecuador se desarrolla mediante un plan que sustituye por completo la presencialidad e introdujo a los dos regímenes en un formato de clases virtuales. A pesar de no estar sincronizados (en la Sierra se acabaron las clases y el Costa iniciaron), en ambos casos ha sido aplicado este sistema que busca mitigar el impacto de la COVID-19 en la educación del país. La iniciativa incluye el acompañamiento permanente de los profesores, fichas pedagógicas, uso de canales de televisión-radio y el uso de un portal web denominado “Plan Educativo COVID-19”.

Para la ministra de educación de Ecuador, este nuevo modelo educativo representa optimismo ya que para la funcionaria de esta cartera de estado “Las crisis dan oportunidad de innovar y esta sería una oportunidad para dar un salto”.

Realizando un recorrido por la realidad nacional de Ecuador es posible observar que el país presenta altos índices de desigualdad social. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC-Ecuador) hasta diciembre 2019 la pobreza a nivel nacional se ubicó en 25,0% y la pobreza extrema en 8,9%. En el área urbana la pobreza llegó al 17,2% y la pobreza extrema a 4,3%. Ya en el área rural la pobreza alcanzó el 41,8% y la pobreza extrema el 18,7%. La tasa de pobreza y pobreza extrema multidimensional en el sector rural fue hasta diciembre del 2019 de 71,1% y 42,0%, respectivamente.

Teniendo en cuenta estos datos es posible preguntarse ¿qué tan positiva es la nueva modalidad de educación ecuatoriana para los niños y niñas de las zonas rurales?

En Ecuador, el estado de bienestar ha mostrado cambios significativos y ha mejorado la realidad de la población en comparación a lo vivido a finales de la década de los 90 en donde el 56% de los habitantes vivían bajo los límites de la pobreza y existía un crónico desfinanciamiento de la educación pública. El Gobierno de Rafael Correa (2007-2017) demostró que el bienestar de los ecuatorianos y ecuatorianas correspondía a una responsabilidad sin la cual no se podría avanzar hacia el Buen Vivir[1] y por esta razón apostó por una revolución educativa que contribuyese al desarrollo nacional.

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Para el exmandatario la educación sería identificada como uno de los principales problemas en el sistema ecuatoriano. Por eso, esta jugó un papel importante en su agenda política y a partir del 2007 impulsó importantes cambios a nivel de su estructura organizativa con el objetivo de forjar una verdadera transición con la cual se pudiera desarrollar y disminuir la pobreza en el país. Entre las iniciativas planteadas se buscaba universalizar la educación de carácter básica, para posteriormente avanzar hacia una educación superior de calidad.

En la actualidad, el presidente Lenin Moreno más allá de apostar por los valores éticos de la educación y de reinaugurar escuelas comunitarias, enfrenta una nueva realidad que empaña el hashtag utilizado por su gobierno, #EducaciónParaTodos.

A pesar de lo positivo que pueda parecer el plan educativo “Aprendemos Juntos en Casa”, este refleja una alta inequidad e ignora en cierta medida la realidad de los niños, niñas y adolescentes de las zonas rurales o de todo aquel que no posee las condiciones necesarias para hacer un uso adecuado de las TICs en la educación. Por ello, tanto en el régimen Costa como en la Sierra se han reportado un sin número de casos de personas de las zonas rurales e incluso de los grandes polos urbanos que se han visto discriminados por la nueva modalidad de educación y que creen que esta medida solo favorece a un grupo privilegiado de estudiantes. Incluso los mismos maestros han señalado que las medidas adoptadas por el Ministerio de Educación son desfavorables para un gran grupo de alumnos que no poseen las condiciones necesarias para acompañar las clases de manera virtual.

Esta situación de inequidad presenciada en la virtualidad de la educación ecuatoriana no es más que el reflejo de una realidad que atraviesan los países latinoamericanos a la hora de hacer uso de las TICs en la educación. Por un lado, se observa un problema de carácter socioeconómico, ya que en su gran mayoría los ciudadanos expresan la falta de recursos para poder adquirir un equipo electrónico y, a su vez, debido a la zona geográfica en la que se encuentran, manifiestan que es casi imposible obtener acceso a una red de internet. Del otro extremo, se observa que en nuestras sociedades aún existe una baja cultura y formación digital, lo cual dificulta a la hora de aplicar el modelo de educación virtual tal como se refleja en el caso de Ecuador, país que a pesar de las iniciativas no ha conseguido dar el debido soporte a sus ciudadanos localizados en zonas rurales, los mismos que hoy sufren las consecuencias de la falta de políticas públicas que ayuden a superar el analfabetismo digital.


[1] Principio implementado en la política de Ecuador a partir del nuevo marco constitucional de 2008 y se basa en el “Sumak Kawsay” que recoge una visión del mundo centrada en el ser humano como parte de un entorno natural y social.

* Este artigo não reflete, necessariamente, a opinião do Núcleo de Estudos e Análises Internacionais (NEAI) ou do Instituto de Políticas Públicas e Relações Internacionais (IPPRI/UNESP)”