Desde março de 2016, a revista cubana Temas tem publicado importantes entrevistas com políticos e intelectuais de Cuba. A série “Qué socialismo?”, coordenada pelos jornalistas Carolina García Salas y Fernando Luis Rojas, procura examinar e debater os conceitos e as práticas que devem caracterizar um “novo modelo socialista”. A ideia é contribuir para que se desfaçam algumas “zonas de silencio” que persistem nos debates internos sobre os “espaços de autonomia em uma sociedade civil socialista e sobre a futura funcionalidade do sistema político cubano”, tendo em vista sobretudo (mas não só) a atualização política e institucional que poderá advir da transição governamental de 2018.

Na entrevista a seguir, de que aqui se publica uma síntese, Julio Antonio Fernández Estrada, Doutor em Ciências Jurídicas e Licenciado em Historia, aborda os desafios que se apresentam à ciência jurídica cubana em um contexto de reforma constitucional – sobre a qual pouco se debate oficialmente – e de mudanças institucionais que estão a ocorrer no país há uma década.

Para Fernández Estrada, o encaminhamento dos diferentes aspectos da questão democrática, da sociedade civil, dos direitos dos trabalhadores, da propriedade e dos meios de comunicação passa pela ampliação dos canais de participação e debate dos cidadãos sobre o futuro del sistema político cubano e a centralidade que nele vier a ter o Direito. Em sua perspectiva, “os próximos anos serão de luta política em Cuba e o socialismo tenderá a ser uma opção entre outras. Será então o caso de disputá-lo e de ver de qual socialismo se falará.”

A íntegra da entrevista, publicada em setembro de 2017, pode ser acessada aqui. [Milagro Mengana]

Carolina García Salas (CGS): Se ha escrito mucho sobre la influencia del socialismo real en la construcción de nuestro socialismo, ¿en qué medida calaron estas visiones dogmáticas que refiere en las concepciones sobre el derecho?

Julio Antonio Fernández (JAF): La propia Revolución cubana es una especie de síntesis de lo que ha pasado con la historia del pensamiento socialista o de los pensamientos socialistas sobre este tema.

Si nosotros usamos como ejemplo los logros de Cuba en los últimos casi sesenta años, no hay manera de justificar que se haya hecho con un derecho debilitado. Todo eso que se ha logrado hubiera sido mucho mejor y estaría hoy más seguro y defendido si tuviéramos también un derecho duro, no petrificado e inamovible, sino fuerte, en el sentido de la legitimidad, de la participación popular, del impacto real en las relaciones sociales. Legitimidad creo que es la mejor palabra porque reconoce la participación de la gente, que se considere propio.

Ese uso instrumental indica que es urgente que el derecho juegue un rol central, ya no en la construcción del socialismo, sino en tratar que el socialismo sea una opción en el futuro de Cuba. Tengo que decirlo así porque de eso no se habla. Los próximos años van a ser de lucha política en Cuba, y el socialismo va a ser una opción como otras, habría que disputarlo y habría que ver entonces qué socialismo.

Fernando Luis Rojas (FLR): Uno de los anuncios de la reforma en Cuba es la modificación de la Constitución. ¿Cuáles aspectos considera deberían renovarse con urgencia y cuáles serían fortalezas inamovibles?

Julio Antonio Fernández (JAF): Nosotros seguimos teniendo una Constitución extrañísima para el contexto actual. Es lógico, tenemos una Constitución socialista, es la única en este hemisferio y tiene una historia, es una Constitución que se ha quedado detrás de la propia Revolución. En otros aspectos no es así, más bien se quedó en aspiración, porque también son letra muerta algunas propuestas y declaraciones que hace.

Es como si en el mundo del derecho tuviéramos cincuenta años de atraso, pero no se habla de eso, porque está la concepción de que el derecho ata las manos del Estado. Es decir, ha habido otras prioridades, y en esas son en las que se ha avanzado. Ahora mismo la prioridad sigue siendo económica, nadie habla de la Constitución nueva, es secreta una vez más.

Y nosotros ahora estamos haciendo una Constitución nueva que es decisiva para el futuro del país, donde puede haber unos sistemas económicos y políticos nuevos, un proyecto de nación nuevo. La gente tiene que darse cuenta de que si te pueden cambiar el país con un Código de Trabajo, imagínate con una Constitución.

Sí, la gente va a votar, pero el tema aquí no es el voto, el tema es aprovechar el momento para hacer un pacto social nuevo, que la gente se monte en eso, diga qué proyecto quiere, que se relance todo hacia el futuro de una forma diferente. Podría salir enriquecida la idea del socialismo.

FLR: Uno de los temas fundamentales en la construcción del socialismo es justamente el de la propiedad. ¿Cómo evalúa su discusión en un momento tan decisivo para Cuba? ¿Cuáles son los retos desde la ciencia jurídica?

JAF: Es muy interesante que en la tradición socialista, en la tradición más democrática y revolucionaria y también en la republicana, se hable tanto de propiedad social, comunal o comunitaria, y que de esas no se habla ahora. Estamos actualizando el modelo y la propiedad que va a entrar es la privada, y es verdad que esta si no es exclusiva y excluyente no es contraria al socialismo, pero me parece muy extraño que no se prioricen otras formas, como las cooperativas, que dice la Constitución que tienen que ser las priorizadas en el socialismo y son más difíciles de lograr en Cuba hoy que un negocio privado, si te detienes en los procesos, los trámites, el tiempo, ves que demora veinte veces más.

Fíjate cómo aquí hasta ahora lo que tenemos es propiedad personal. Creo que esa es una de las cuestiones más sinceras del constitucionalismo cubano, por eso durante muchos años la gente se ha quejado de no ser verdaderos propietarios de las cosas, no podían venderlas o comprarlas libremente. La propiedad personal significa que está mediada por el estado.

Y lo otro que nunca se menciona, es que hay una regulación en la Constitución que para mí es la clave de la no existencia de la propiedad privada hasta ahora: la prohibición al embargo de la propiedad estatal. La idea del carácter inembargable de la propiedad estatal socialista para mí era muy consecuente con la lógica del socialismo cubano. La gente lo interpretaba como una enorme intromisión estatal, pero para mí era muy consecuente esa parte.

Es inconsecuente que ahora, con una Constitución que prohíbe la explotación del hombre por el hombre, permitamos un régimen completo de explotación del hombre, la mujer, y no haya ningún análisis público sobre cómo evitarla con la presencia de la pequeña y mediana empresa. El tema no es quitar el trabajo por cuenta propia, es limitar la explotación. La gente cree que porque puede vender las cosas hay propiedad privada, pero yo creo que eso es sólo una pequeña expresión de la misma. Lo que sí está clarísimo es que si tú no proteges, no regulas jurídicamente entonces esa propiedad crece, igual que sus posibilidades de actuar y en este caso crece la explotación. Aquí hay una muestra más de cómo un prejuicio jurídico lo que hace es dejar más expuesto al pueblo que defendido, -por el hecho de no llamarle por su nombre a las pequeñas y medianas empresas, con las consecuencias jurídicas que esto significa- por el hecho de considerar personas naturales con trabajos por cuenta propia a empresarios que deberían tener responsabilidades económicas, financieras y sociales como personas jurídicas colectivas.

FLR: Sobre ese mismo tema, ¿cómo y dónde han quedado los derechos de los trabajadores en la transformación de la sociedad cubana?

JAF: Están contemplados de manera genérica en el Código de Trabajo, pero este no distingue un régimen específico para los trabajadores por cuenta propia y debió tenerlo.

La gente no tiene cultura tampoco de cuáles son las cosas comunes, qué es lo público, cuáles son los derechos que tenemos sobre las cosas que nos pertenecen, y eso también tiene que ver mucho con esta idea de la confusión del sujeto estatal. La propiedad estatal se llama propiedad estatal socialista de todo el pueblo, el Estado y el pueblo es lo mismo, la sociedad es lo mismo que el pueblo y que el Estado, por lo tanto se puede usar de cualquier manera, pero sabemos que no lo son. Es decir, las tantas confusiones con esto tienen como base el diseño de la Constitución, que no ha cambiado desde el ‘76.

Otra inconsecuencia interesante: ¿por qué no ha habido derecho a la huelga en Cuba? Se manejó la idea de que no era necesario porque somos los dueños de los medios fundamentales de producción, entonces no vamos a hacer huelga contra nosotros mismos. Eso es un disparate tremendo porque tú puedes hacer una huelga contra la administración, porque la administración y el pueblo no son lo mismo. Ya bastante confusión hay con el Estado y el pueblo, ¿pero la administración también?

CGS: Otro tema por (re)definir tiene que ver con la propiedad sobre los medios y sus particularidades en el socialismo. ¿Cuáles son sus consideraciones al respecto?

JAF: Ahí hay varias complejidades. La Constitución dice claramente que los medios de difusión masiva no pueden ser privatizados en Cuba y creo que eso es importante siempre que esté acompañado de un régimen de garantías. El tema es que en Cuba la garantía de la libertad de prensa y de expresión se ha reducido a la no privatización de los medios, pero es que eso es solo una garantía de que no van a dejar de ser del Estado. En el concepto original nosotros somos los dueños de los medios de comunicación, pero la práctica demuestra que no es así, porque se subordinan a las organizaciones, al PCC, la UJC y la CTC, y no se puede confundir eso con todo el pueblo.

FLR: Algunas circunstancias políticas han revitalizado en Cuba la discusión sobre la sociedad civil. ¿Cómo entiende la sociedad civil en el socialismo?

JAF: Creo que hay que entender que la sociedad civil es algo mucho más amplio, donde hay relaciones sociales, en la producción, en la distribución de riqueza, en la organización de la estructura familiar, y sobre todo donde hay una comunicación directa -algunas veces más velada, otras menos-, con la organización política e institucional del Estado, el sistema político en general.

Todos conocen bien los prejuicios enormes que hay en Cuba sobre el concepto de sociedad civil, el daño que le hizo la interpretación del Carril II de la Ley Torricelli a este tema, la guerra intelectual, ganada afortunadamente por el pensamiento revolucionario democrático cubano a favor del uso de este concepto en el socialismo. Pero hubo que luchar duro, porque el discurso oficial en ese momento era que la sociedad civil era “gato por liebre”, una forma trampeada. Ese combate lo ganaron los intelectuales cubanos, que no lo dejaron pasar e hicieron valer su rol en la sociedad.

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Vuelvo a la sociedad civil, esa discusión de Panamá sobre quiénes somos, quiénes no somos, la gente que fue desde organizaciones representando a instituciones políticas cubanas y diciendo que son “la” sociedad civil, esa es una cosa que a mí me parece dantesca, lo mismo que decir que tú eres la sociedad civil cubana cuando tienes una organización con sede en Miami.

Por otra parte, hasta donde sí no se ha llegado aquí es a desbloquear el uso de la sociedad civil por la burocracia, ahí se sigue estando en los noventa. Esto no es algo que se maneje públicamente, pero al interior del ejercicio de la burocracia cubana más dogmática, menos preparada, más reacia a los cambios, la sociedad civil sigue siendo un problema. Estos son los que proponen que se hable de sociedades, de pueblos, que son conceptos así muy desideologizados, porque todo el mundo tiene sociedad, todo el mundo tiene pueblo, pero sociedad civil es otra cosa. Y eso pasa por el simple hecho de que creen que sociedad civil hace referencia a todo tipo de organizaciones, incluidas las organizaciones de oposición política, tan sencillo como eso. Es la negación de la realidad.

La creatividad de la sociedad civil cubana se nota mucho menos porque, por un lado, está limitado el asociacionismo, su reconocimiento legal, la posibilidad de inscripción, y por el otro, hay una cultura de que donde está la imaginación y donde está la espontaneidad del pueblo. Entonces eso hace que la sociedad civil aparente que no está y eso es completamente falso, la sociedad civil es tan objetiva como cualquier otra manifestación social, lo que pasa es que hay algunas que son notables, que son ágiles, que tienen movimiento.

CGS: ¿Qué pasa con otros conceptos como el de democracia? ¿Cuáles son los retos si tenemos en cuenta su reciente incorporación al discurso político y que hablamos ya de un socialismo próspero, sostenible y democrático?

JAF: Aquí la democracia es ley, la forma de organización y funcionamiento del Estado cubano es la democracia socialista. Ni los legisladores constitucionales cubanos cayeron en ese prejuicio con la democracia. Pero si en la agenda de las conversaciones Cuba-Estados Unidos está previsto hablar de derechos humanos y democracia, entonces aquí hablamos muy poco o nada sobre esos temas, así no se soluciona ningún problema. Eso significa que hemos reproducido también las formas de creación o de formación del pensamiento de la burocracia cubana, porque si no la gente nueva no pensara así.

Todo entra en una lógica que lo que demuestra es el estado de pobreza democrática en el que estamos, la gente no siente la necesidad de la claridad, de la discusión, de la participación, de la proyección, de la fiscalización, del control, de la ejecución de las cosas, no le importa, no le interesa. Estamos en el mismo lugar que todo el mundo cuando deberíamos estar en otro. Nosotros tenemos el mismo tipo de enfermedad de la modernidad que el resto del mundo, a la gente no le importa la política, no quiere participar, participa formalmente. La diferencia está en que aquí la gente vota, el noventa por ciento, pero con qué conciencia y por qué fin vota. Eso demuestra que hay zonas en las que logramos muy poco, es decir, el agotamiento en la representación de la opinión.

CGS: Usted se refirió al discurso sobre el cambio de mentalidad; creo que en algunos casos ha servido para responsabilizar al individuo y sus malas prácticas antes de reconocer y cambiar las debilidades en el diseño estructural. En este sentido, ¿qué habría que transformar en el sistema político cubano? ¿Cuáles son los retos?

JAF: El primer reto que tiene el sistema político cubano, a mi manera de ver, es que la gente sepa cuál es. Existe hace cuarenta años y la gente no lo conoce lo suficiente. El otro es que es un sistema político de una época que no existe hace mucho tiempo, es decir, el diseño es anterior a la caída del muro de Berlín, en función de un mundo que ya no existe. Esto hace que el cambio tenga que ser muy grande, porque no se están transformando sólo instituciones sino concepciones que lo acompañaron durante mucho tiempo y que nosotros mismos hemos ido sustituyendo en la marcha, sin cambiar los nombres. Esto último también ha hecho mucho daño porque solucionamos los problemas creando una institucionalidad fuera de la ley, es decir, hemos convivido con formas institucionales ad hoc que han sido las que han dirigido realmente el país. En 2002 cambiamos la Constitución para hacer irreversible el socialismo, ahora estamos transformando el país sin modificarla.

Se cree que porque hay un solo partido hay una sola concepción política. Ese es otro gran problema, cómo vamos a lidiar en el futuro con la idea del monopartidismo: ¿va a haber monopartidismo?, ¿un partido que puede ser plural?, ¿es posible lograr pluralismo político con un solo partido? Son preguntas básicas de los próximos dos años.

Del mismo modo, la otra gran discusión el sistema político cubano sería: ¿va a haber poder popular? La forma del Estado cubano es el poder popular –que no es el poder local, aunque la gente lo cree. El poder popular es la Asamblea Nacional, el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros, el Consejo de Defensa Nacional, las Asambleas Provinciales del Poder Popular, las Asambleas Municipales, los Consejos de la Administración Provinciales y Municipales, los Consejos Populares, los Consejos de Defensa Municipales y Provinciales. Todo eso es poder popular, y de lo único que se habla es del experimento gigantesco de Artemisa y Mayabeque, (…) Pero ese experimento tiene un gran problema que no se menciona, que es la participación de la gente, eso no ha podido ser resuelto, y demuestra que hay un daño de base en el sistema. (…)

Creo que el sistema político cubano tiene un reto enorme de democratización, transparencia, horizontalidad, de desprejuicio sobre la democracia, la participación, los derechos humanos, sobre el derecho en general, sobre el papel de la administración pública, sobre la regulación de los servicios públicos y de todo el funcionamiento estatal.

Es muy importante, es fundamental para el sistema político cubano la liberación del internet y de todo lo que viene con eso, con toda la complejidad, con todo el mundo de problemas que trae. (…) El gobierno electrónico ayudaría mucho con la transparencia, es decir, el funcionamiento del gobierno con acceso constante de la gente, (…) y que se gobierne también electrónicamente, (…), sino que facilites y te auxilies de los datos, la conexión con los demás organismos, las fuentes de información.

CGS: Volvamos al inicio, ¿cuáles serían los aportes concretos de la perspectiva marxista clásica al derecho como ciencia y al derecho cubano en particular?

JAF: Son muchas las aproximaciones a interpretaciones marxistas sobre el derecho y también muchos los marxismos. Si yo tuviera que decir hoy el aporte más grande del marxismo al derecho, diría que, como para cualquier otra ciencia social, más allá del método de investigación, del materialismo histórico, de la dialéctica, es el pensamiento antidogmático, el pensamiento crítico, el pensamiento humanista. En este caso, poner al pueblo como sujeto fundamental de protección del derecho. La ciencia jurídica es mucho más vieja que el marxismo, y por lo tanto Marx recibió un derecho hecho por el camino, y evidentemente tenía mucha tela por donde cortar. La primera obra juvenil intelectual de Marx es jurídica, es la traducción del latín al alemán del libro I del Digesto de Justiniano. Evidentemente tenía un pensamiento romanista muy fuerte, que para mucha gente puede parecer una cosa anticuada, completamente primitiva, pero para el contexto cubano hoy es fundamental, porque la opción al derecho romano es el anglosajón, no hay otro, y hay que ver en la práctica al derecho anglosajón. Son muchas las diferencias éticas, científicas, sociales, políticas, del derecho romano con el anglosajón, este último es completamente extraño a nuestra realidad, por suerte hemos tenido una tradición de quinientos años de derecho romano.

El marxismo tiene que enseñarle otra cosa importante al derecho cubano específicamente, que es volver a tomar en cuenta la importancia de la lucha de clases para comprender los derroteros del derecho. Hemos vivido una era de prejuicios sobre el marxismo, su impopularidad después de la caída del Muro de Berlín, la terrible crisis de la enseñanza en Cuba por ese manualismo del manualismo, nuestro aporte de aburrimiento y de fuerte daño conceptual y esa traición de la esencia misma de la historia del marxismo, que es la enseñanza de la filosofía como si el marxismo fuera el inicio de todo, cuando lo mejor que tiene es haber sido el seguidor de una tradición de pensamiento enorme. Entonces, de pronto se puso de moda que nadie hablaba de marxismo, socialismo y menos de comunismo y la lucha de clases se convirtió en una especie de disparate. Si no hay lucha de clases tampoco, ya no hay casi nada que hacer en política para nosotros, porque con este prejuicio también se van las clases en sí mismas, y no puedes decir aquí que hay una clase machucando a otra, o de dónde salió este grupo social. Evidentemente sí la hay y tiene una gran importancia porque el derecho nunca es expresión de una clase, pero sí de una lucha de clases determinada. El derecho tiene que ser utilizado como instrumento de justicia, de equidad.

El marxismo, el pensamiento jurídico crítico actual, el pensamiento republicano, humanista y anticolonial latinoamericano y europeo, la teología de la liberación, la educación popular, todas esas perspectivas son fundamentales para el derecho cubano, para las ciencias sociales. Pero creo que lo que necesita el marxismo es que se estudie el marxismo, no los manuales.